La bala en la recámara

Destaco aquí un puñado de novelas esenciales en la biblioteca de cualquier aficionado. Es la gran reserva espiritual de la novela negra de la que omito a los grandes clásicos -Chandler, Hammett, Macdonald, Thompson, Himes...- pero recomiendo enormes libros de diferentes épocas que me hacen disfrutar cada vez que los leo. Cuando las novedades negras se me hacen bola, nada como las alentadoras mentes retorcidas de los maestros. La lista no está ordenada por orden de preferencia y está abierta a cualquier sugerencia:


George V. Higgins: Los amigos de Eddie Coyle. Barcelona: Libros del Asteroide, 2011.
Con sólo los deslumbrantes diálogos, Higgins construye una historia de delincuentes de poca monta que queda impresa en la memoria de los espectadores que la leen.










Edward Bunker: Perro come perro. Barcelona: Sajalín editores, 2014 (2ª edición)
Los apuntes biográficos de Bunker aparecen en todas sus novelas. Material de primera mano, ya que fue delincuente desde la adolescencia y vivió casi tantos años en prisión como fuera. Perdedores con imbatibles ganas de vivir con un lenguaje directo y preciso. El más realista de los escritores de su generación.







John Gregory Dunne: Confesiones verdaderas. Barcelona: RandomHouse, 2012
La única novela de Dunne tiene como excusa el caso de la Dalia Negra y como objetivos de su denuncia la corrupción del poder. Dos hermanos irlandeses, un obispo retirado y un preboste de la policía son las herramientas de esta novela en la que todos tiene algo que ocultar.










Don Winslow: El poder del perro. Barcelona: RandomHouse, 2009
El ejemplo más claro de las posibilidades de las técnicas narrativas de la investigación periodística en la novela negra. Un thriller violento sobre varias décadas de la historia del narcotráfico y de los chanchullos de la DEA con un ritmo muy difícil de encontrar en otras novelas del género.









James Crumley: El último buen beso. Barcelona: RBA, 2011
Un revisión de algunos de los lugares tópicos de la novela negra de los años cincuenta y sesenta descargados de cualquier utilidad de redención. Un investigador amoral que deja huella con su cinismo y su capacidad.










Rafael Bernal: El complot mongol. Barcelona: Libros del Asteroide, 2014 (2ª edición)
Un clásico de la literatura popular mexicana escrita en los años sesenta que hoy en día sabe fresco y suena con una proximidad perturbadora. Una novela de Fu-Manchú protagonizada por un héroe maldito predestinado a resolver sus problemas mediante la violencia. Espías, conspiraciones internacionales, drogas y un sentido del humor sutil.

Filiberto García es un antihéroe de una sola pieza. Es un pistolero de la policía mexicana en los años sesenta que primero dispara y luego pregunta. Y para el caso que le ocupa en esta novela su táctica de no andarse con chiquitas le va a ser útil: magnicidios, servicios de espionaje gringos y soviéticos, triadas chinas, corrupción política y tráfico internacional de drogas. Filiberto está más allá del cinismo: sólo busca un lugar al sol donde descansar en sus años de vejez, pero la experiencia le ha demostrado que no puede fiarse de nadie -ni de los seres amados- eso le ha obligado a forjarse una coraza que él cree que le salvaguardará del dolor. La atractiva figura del personaje, así como las pinceladas de humor negro y la ironía con la que se trata la sociedad mexicana de la época hizo que esta novela se convirtiera en un libro de culto en su país desde que fue publicado en 1969. Era necesario recuperarlo ya que este pinche asesino legal que es también un viejo enamorado construye el delicioso relato de un perdedor dispuesto a dejarse oir.









Denis Johnson: Que nadie se mueva. Barcelona: Random House, 2012
Ni una coma sobra en esta corta pero excelente novela de uno de los grandes escritores americanos de las últimas décadas. Un sentido del humor a prueba de bombas que no puede ocultar la miseria del abandono. Un homenaje lleno de mala leche a Chandler con unos personajes llenos de vida y desesperanza.









Desde luego, hay algunas más, pero estas son espléndidas y brillantes. Gran manera de disfrutar con la muerte.








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